Las grandes obras de la literatura universal merecen un tratamiento respetuoso, digno e incluso amoroso por parte de todos los que intervienen en su producción y difusión. Estos sentimientos rebasan la técnica y se convierten en un motivo de satisfacción para quienes tenemos el privilegio de poner en manos de los lectores estos engendros de imaginación desbordada y penetrante inteligencia que han sido, a través de los siglos, el motor de la creación en otros campos de la cultura, y en especial de la evolución del trabajo editorial, que al responder a la necesidad de reproducción a gran escala, ha propiciado la inclusión del arte visual en la producción de libros, lo que da lugar al desarrollo de las técnicas de diseño gráfico. El grabado comienza siendo un apoyo visual que favorece la idea de la obra escrita, pero se convierte en una obra de arte en sí misma al ser objeto de talentosa aplicación por parte de los grandes ilustradores del siglo XIX. Tal es el caso de Gustave Doré (1832-1883), quien fue pintor, escultor y principalmente grabador, pasando a la historia como uno de los más importantes artistas gráficos de ilustración literaria de todos los tiempos. La edición que ahora presentamos tiene una doble intención, es artística y literaria al mismo tiempo. Nos enfrentamos con una colección de libros llenos de imaginación y reflexión, pero también con una edición propia para la visualización estética, puesto que aquí se reproducen (con la mayor fidelidad gráfica) los grabados que realizó Gustave Doré para esta obra en el siglo XIX, incluidos en términos de equilibrio y armonía con la parte literaria, misma que se presenta en forma compendiada, para propiciar una lectura más ligera y amena, sin que por ello se lesione la belleza y profundidad del texto.