Debemos al mundo latino la acuñación de dos palabras: cultura (cultus) y comunicación (communicatio) que han servido para describir y leer nuestro universo. Cicerón usó cultura animi para expresar que, como las plantas, los hombres deben hacer crecer su alma filosófica. Por su parte, comunicación significó compartir, la cual ha estado asociada a la camaradería, pero describe, especialmente, el proceso que usamos los seres humanos para enviar mensajes. A través del tiempo cada uno de estos términos ha unido y también ha separado. Ambos vocablos han ayudado a reflexionar sobre nuestro entorno, identidad, semejanza y diversidad. En el siglo XX, cultura amplió el espectro e incluyó desde las creencias y costumbres hasta toda la gama de productos humanos. En el siglo XXI, diverso y global, seguimos asistiendo a importantes debates, ¿esclarecen estos análisis nuestra manera de ver el mundo? Los autores de Cultura y comunicación. Acercamientos críticos, narrativos y analíticos, deliberan ampliamente sobre estos asuntos desde diversas perspectivas. Una, incluyente, que aspira a indagar, desde la comunicación y la cultura, cómo el espacio publico se comporta en la cotidianidad, otra, nos enfrenta a la fragmentación del yo, nos muestra que a través del mundo digital al adquirir muchos "yos" generamos otras maneras peculiares de vernos; una más detecta un nexo entre cultura y mercado y se pregunta, ¿sirven acaso las narrativas culturales para el crecimiento e igualdad de los ciudadanos de una nación o, tal vez, desde el sistema se registran nuevas políticas de exclusión? Y también, ¿cómo debemos hablar de los hechos y productos culturales: ¿mediados por la información académica o gubernamental o buscando adquirir una voz propia? Estamos rodeados y saturados de imágenes. ¿Podemos entenderlas, asi sin más, o necesitamos acceder a ellas a través de una pedagogía que ayude a estructurar la lectura del multifacético mundo que nos abruma? Por último, qué futuro tienen las revistas