Para Carrancá y Rivas, la violencia del hombre primitivo se ha transformado en la violencia de la sociedad de consumo. Y es que la agresividad, dígase pugnacidad, no se puede eliminar totalmente del hombre. Lo que se debe hacer es encauzarla; aunque en este orden de ideas, es un desatino mayúsculo sólo administrarla. El Derecho regula la libertad del hombre; el reto es no sobrepasar esta regulación, por eso el Derecho (Penal) y la Política deben estar más vinculados que nunca. La sola administración de la violencia equivale a complicidad. No se trata de llevar la inseguridad, por ejemplo, de un lugar a otro; luciéndola como pretexto de supuestas acciones y programas políticos. El Derecho es una filosofía aplicada a la realidad y las leyes concretan esa filosofía, la vuelven -la deben volver- realidad filosófica. Ahora bien, mientras más se desarrollan y crecen las sociedades modernas, mayor presión ejercen sobre la libertad. Lo cierto es que la sociedad, esa especie de entelequia tan compleja hoy en día, y en especial el Estado, manipulan al individuo. Lo terrible es que dicha manipulación se transforma en remodelación del hombre, del individuo y de la individualidad, con apoyo en una ciencia o tecnología descontrolada y desconocedora de los valores. Se tergiversa la formación junto a las noticias, se implantan injertos de falsedad en las zonas más delicadas de la comunicación social.

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