El 5 de febrero de 2017 la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos cumplió sus primeros cien años de vida, convirtiéndose —por ese hecho— en la más longeva de toda la historia nacional. La ley fundamental que creó el actual Estado mexicano fue la producción más notable de la Revolución mexicana. La mayoría de los diputados que redactaron la Constitución participaron activamente en la lucha armada y, sin duda alguna, conocían la situación económica y social que había llevado al pueblo mexicano a una guerra civil. Los redactores de la Carta Magna plasmaron en su texto los ideales de la Revolución. Desde el comienzo, el Congreso Constituyente presentó una división interna: los moderados, afines a Venustiano Carranza, proponían únicamente reformar la Constitución de 1857; y los radicales, reunidos en torno a la figura de Álvaro Obregón, exigieron crear un nuevo orden jurídico que reconociera los móviles revolucionarios. Así nació la primera constitución social de la historia. La obra colectiva que el lector tiene en sus manos recoge el pensamiento y vida de once diputados constituyentes, sin importar su postura en el Congreso. La selección de los diputados siguió dos criterios: el primero, su vinculación a la entonces Escuela Nacional de Jurisprudencia de la Universidad Nacional de México —antecedente de la Facultad de Derecho de la UNAM — y, el segundo, la relación de consanguineidad entre el autor de la semblanza y el constituyente.

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