El filósofo e investigador de la naturaleza, Giovan Battista della Porta, fue autor de una difundida Magia natural, donde parecía más interesado por la excepcionalidad que por la regularidad de las cosas. Figura muy imaginativa, bien preparada y de amplia curiosidad, publicó en Nápoles esta Fisiognomía, que es un estudio del carácter a través del aspecto físico y, sobre todo, a través de la fisonomía del individuo. La idea de que hay una correspondencia entre la interioridad y la forma externa, establecida en el ser humano, la proyecta a toda la realidad, como veremos en este libro nunca vertido al castellano, que está lleno de sugerencias y que tuvo gran eco. Caro Baroja, en su Historia de la fisiognómica, indicaba que la interpretación del aspecto particular del rostro o del cuerpo de alguien se mantiene en parte: tiene efecto todavía cuando se trata de relaciones entre individuos de distinta estirpe. También es de grandes consecuencias en el campo de las artes y de las letras: lo han usado escultores y pintores, trágicos, cómicos, oradores, novelis­tas y poetas. Se ha expresado en formas coloquiales y familiares y ha dado lugar a cantidad considerable de refranes y frases proverbiales. Es un efecto de tipo vital, no pretendida o realmente científico, y que por lo tanto puede ser exacto o falaz, según los casos. Della Porta incluye aquí los rasgos de su propia figura, sin jactancia ni vanagloria alguna, sino por un afán descriptivo que roza lo literario: Frente extendida a lo largo; cabello ni hirsuto ni negro, ni liso ni rizado; orejas bien esculpidas; rostro delgado y mediano; cejas grandes, ralas y proporcionadas; ojos castaños claros, elevados, grandes y resplandecientes; cuello y hombros grandes y bien sueltos; piernas y costados no carnosos; vientre mediano; carne sonrosada; estatura mediana y cuerpo erguido; tobillos robustos; articulaciones de manos y pies fuertes y bien sueltas; dedos suaves, largos y distantes entre sí; voz ni floja ni intensa.