Hace una década existía un auge de los estudios del desarrollo que abordaban la migración como un agente de doble vía que por un lado mejoraba las condiciones inmediatas de los migrantes y, por otro, contribuía en mayor o menor medida a la prosperidad de las familias e, incluso, de las comunidades de origen. Los colectivos de paisanos u organizaciones civiles eran vistos como elementos centrales del posible circulo virtuoso migración-desarrollo. Sin embargo, al analizar este fenómeno de forma micro nos percatamos que las razones para emigrar son complejas y variadas, e influyen en ella diversos fenómenos en apariencia tan sencillos como las redes de amistad o parentesco que facilitan la movilización. También nos obligan a cuestionar que sucede con las redes cuando no llegan a consolidarse en organizaciones ni en el lugar de origen ni en el de destino: ¿se mantienen?, ¿evolucionan?, ¿influyen en otros procesos tanto en las regiones expulsoras como en las receptoras?, ¿qué sucede cuando existe la autorganización pero no el asociacionismo? Esta investigación pregunta, compara, interroga a escala hormiga y duda desde ambos lados del Atlántico para intentar explicar por qué un colectivo como el de los colombianos en Madrid (entre 1997 y 2007) se comportaba de una forma totalmente distinta a otros casos de éxito como el de los mexicanos y salvadoreños en Estados Unidos.