Charles Baudelaire (1821-1867) fue uno de los poetas más interesantes e importantes de su época. Su poesía trascendió las fronteras francesas del XIX pues, ya entrado el XX, continuaba siendo referente de diversos creadores literarios de Occidente. Su incursión en la literatura fue como crítico, en 1845, con poco éxito; sin embargo, la Revolución de 1848 y su participación en ella lo ubicó como un personaje importante, sobre todo por su labor como traductor. Su obra maestra llegó en 1857 con Las flores del mal, una colección de poemas que había escrito una década antes, y por la que fue sometido a juicio por causa de la "inmoralidad de ese osado libro". Excluyó algunos poemas de la primera edición y se reeditó más adelante, íntegro, en Piezas condenadas. Arthur Rimbaud (1854-1891), fue una suerte de Mozart de la poesía, pues a los ocho años ya tenía composiciones conocidas. Junto con Baudelaire formó parte de los simbolistas franceses, y junto a otro célebre poeta de la época, Verlaine (1844-1896), del grupo de los decadentistas. Los aguinaldos de los huérfanos, su primer poema formal, apareció en 1870. Su rebeldía y participación en la Comuna de París lo llevaron a prisión por algún tiempo. Llegó a influir en poetas y cantautores de mediados del siglo XX. Los cuervos y Corazón robado son, entre otras, las más conocidas y admiradas de sus poesías. Ambos autores, unidos más allá de su nacionalidad francesa y de una difícil etapa histórica compartida, fueron escritores que llevaron consigo el sino de la incomprensión y del desdén social por sus hábitos y maneras de relacionarse con el mundo. Su poesía reflejó un profundo sentimiento de autodestrucción y de rechazo a las reglas establecidas; la provocación y el constante desafío los caracterizó, pero también su genio, y tanto, que los movimientos vanguardistas de principios del siglo XX se fundaron indudablemente sobre sus huellas.