Teodorico Raposo, huérfano recogido y educado por su tía doña Patrocinio de las Nieves, será expulsado del reino celestial de la herencia de esta anciana por una lamentable e hiriente ofensa, producto de una maraña en que, por un descuido, el huérfano sobrino se ve envuelto. De nada le servirán a Teodorico su fingido fervor religioso, ni sus exageraciones grotescas a las que llega el crédulo fanatismo, sobre todo cuando éste sólo es hipocresía. Es triste pensar que llegase a cortar, sabiamente asesorado por Topsius, una espina que el guía Potte se encargó de tejer en forma de corona, para llevársela a su tía y contar que era la corona de espinas del Redentor; triste porque echó a perder su devoto viaje a Tierra Santa al confundir, a su regreso, la reliquia religiosa destinada a la anciana con la de su impostura.

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