Max Scheler (1874-1928) planteó, desde una perspectiva antropológica radical, la incapacidad de la civilización occidental para dar salida a la problemática que ella misma había generado al pretender sustituir la religión, primero, por la metafísica y, después, por la ciencia. Karl Mannheim (1893-1947), destacó que el pensamiento revolucionario podía no ser progresista y que, de hecho, era posible diseñar una utopía reaccionaria y conservadora. Alfred Schutz (1899-1959), dirigió su mirada hacia la experiencia de la vida cotidiana, mostrando cómo su dimensión histórica podía tener una condición existencial semejante a la de las narraciones infantiles. Así, estos tres pensadores afrontaron valientemente los desafíos ideológicos de su tiempo mientras ponían las bases para una reflexión no tanto sobre la verdad o la falsedad de determinado saber sino sobre las condiciones sociales e históricas que permiten la existencia de cualquier tipo de saber. Es decir, las bases de una Sociología del conocimiento.