Vivimos inmersos en el fenómeno estatal, de tal manera que lo percibimos a cada momento, desde que despertamos hasta que nos acostamos por la noche, desde que nacemos y se nos atiende en un hospital o no, y somos registrados para efectos de tener un acta de nacimiento, documento indispensable que nos servirá para ser inscritos en los diversos niveles del sistema educativo, servicio que es prestado, de manera eficiente o deficiente por el Estado, o que puede ser proporcionada por particulares, siempre bajo la supervisión de alguna instancia gubernamental. Lo vivimos cuando abordamos un transporte público, o cuando transitamos por las calles, en buen o pésimo estado, cuando subimos por puentes o cruzamos por pasos a desnivel. Cuando pagamos impuestos o dejamos de hacerlo o cuando cruzamos con un crayón el nombre de un candidato a un cargo popular que es de nuestras preferencias.

Detalles